sábado, 18 de abril de 2009

Cosas que al Elin Formante le pasan por que sino no las cuenta

Historia de terror en el Talar

Hace algunos años, menos de tres, yo iba a entrenar todas las semanas con el sabonim (gran maestro) de mi escuela, la Horani-do kwan.
Aveces iba a entrenar en el Club Glorias de Tigre o en el otro en el Talar, en un salón encima de una fabrica de pastas.
Generalmente mi padre se quedaba (y se queda) a charlar con el director hasta mucho después de terminada la clase. Cualquiera que ande por el partido del Talar a esas horas sabe sobre la pobre iluminación que hay en sus avenidas y calles, haciéndose especialmente tenebroso tener que volver si se tiene que volver uno caminando a casa.
Por suerte mi padre tiene una camioneta (¡cuack!) pero eso no le quitó nada de espelusnante a la experiencia que voy a contar.
Una de esas noches, creo que tarde, volvíamos a casa por la colectora. No recuerdo si habia alguien más además de yo y mi papá en el vehículo. Yo miraba por la ventanilla del acompañante. Las calles me recordaban a un pueblo que conocí en una travesía hasta Tucuman por caminos muertos (de la que tal vez hable en otro post).
Pero en un momento dado, vi algo que me llamó a atención. A lo lejos, de pie al lado de una parada de colectivos había una niña rubia de dos coletas. Me llamó la tención que una niña tan pequeña viajara sola a esas horas de la noche y en un lugar tan oscuro. Y algo más, no se si era el hecho de como la luz le daba (directamente desde arriba por una de las pocas luces de la colectora) o el aspecto grotesco que tenía a o lejos. Por que para mí es grotesco ver una niña rubia con dos coletas a los costados, vestida de remera rosa, pollera rosa, calzas rosas y a medida que me acercaba podía verle también el calzado rosa.
Todavia estavamos a un par de cuadras de la niña. Pero al acercarme pude notar que la imagen se transformaba por que más de cerca las cosas crecen. La niña parecía más alta de lo que me imaginaba, los rasgos se volvían más marcados por la edad y el color de la piel, que a lo lejos y por la luz parecía blanca, se iba oscureciendo; la niña iba ganando altura, robustez y ancho en los hombros.
Pero solo al estar casi al lado me di cuenta de la verdad...
ERA UN TRAVESTI.
El travesti más grande, musculoso, morocho y parecido a Fernando Peña que había visto en vivo y en directo.
Entonces, cuando pasé a su lado, me miró directo a los ojos. Y cuando ya me iba alejando me siguió mirando. Y cuando casi lo perdía de vista, me mandó un beso...
Por suerte volví sano y salvo a San Fernando City, lugar donde las calles bien iluminadas impiden que ocurran incidentes de tal naturaleza.

6 comentarios:

  1. Noooo que fea experiencia, aca en el parque industria los travestis dan mucho miedo... lo peor es que no estan tan vestidos como ese.

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  2. Jajajaja. Mmm... para mí que no te volviste tan rápido a San Fer. Para mí que ahí hiciste una escala. No se, me da la impresión :P

    Uh, me re colgué con tu blog, después leo los que no vi.
    Nos vemos mañana.


    PD: el título es claramente un híbrido entre "Cosas que a KAZ no le pasan o que no se acuerda bien pero las escribe igual" y "Las verdaderas aventuras de KAZ"

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  3. Pero no te damás miedo mirarle la cara a Mirtha Legrand?

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  4. Jajaja, esta es la contracara de las anécdotas de Kaz :P jeje

    Ah, y agradecele el invicto a tu papá y su camioneta.

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  5. Las manos y la nueces de los travas son de coleccion.

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  6. Yo adhiero a Staff es mucho más espeluznante ver en vivo y en directo, sin ninguno de los filtros de luces de América, a la señora de los almuerzos que a un joven en faldas y a lo loco que pretende ganarse honestamente y con dolor el pan de cada día.

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